NUNCA
Como
si fueras tú
nunca dejes de amarme...,
aunque
nos desvalijen dictaduras,
aunque
nos cieguen nagasakis,
aunque
arrasen todos los huracanes,
aunque
se hundan islas.
No
dejes de amarme,
ya
pase todo, ya desangre el llanto, o el inferaz cansancio;
ya
se haga más perfecto el olvido.
Tú,
que eres mi sueño, mi camino de confianza
(mi poder),
mi
costilla incesante, mi engendramundos, mi voz desnuda...;
siempre,
siempre:
como si fueras tú, así.
Como
si fueras tú, ven, ven ya a este mismísimo
volvernos
al nuevo asombro azul y requerimiento y revelación
en
la intimidad invadeable de nuestro sólo soñar:
amor, amor, amor, pulso
indesacralizable – a mares de vis
bien embebida –
al
ilimitado cántico
tartesso
y
ósculo.
No;
nunca, nunca dejes tú en algo de perdición nuestros nombres,
nuestros
dejos esos, álveos de ternura, nuestro secreto... especial,
nuestros
pensiles atrayéndose
por
el Sur;
aunque
ruja ya o muerda el tiempo,
aunque incluso se pudra la falsa verdad o... su luz,
aunque
pisen ahora – sí, ¡mi amor! – las noches las lágrimas o todas las posibles
lágrimas incólumes fatalmente, aunque
se nos extirpen – en el mayor desprecio –
estos tan ¡nuestros! instantes uniéndonos...
¡Pero nunca dejemos que nos quiten
nuestra Luz!
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