martes, 9 de julio de 2013

   


  FRIALDAD Y FRIALDAD


        De las miles de lágrimas, ¿alguna
        me consolaron?, ¡por Dios!, ¿qué alegría
        me dieron por amor?, de noche y día
        ante mi soledad como ninguna?

        Tuve que resistir la inoportuna
        incomprensión, sin bien, a sangre fría;
        pues, niño era que algo merecía,
        ¿unas caricias?, ¡oh!, ¡ni siquiera una!

        ¡Tanta maldad después de puño lento
        que golpeaba duro el sentimiento,
        tantos prejuicios, burlas, y el olvido!

        ¡Malditos sean!, ellos, oradores
        sin corazón y especuladores;
        ¡siempre! por ellos otros han sufrido.

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